martes, 20 de septiembre de 2011

ayer

En la ventana está la puerta
La puerta que abre y cierra la estadía.


Donde habita el recuerdo de lo acallado
                                                                      del silencio.




A la derecha del rabillo,
                                         Recostado
Duerme el dolor
Quizás
 perdonado
Mira; sueña y sangra
                                    callado.




Tengo las manos doloridas y
Ya no me quedan años.


Ya no


Me quedan
                   espacios.



En la ventana esta la niña
La niña que yo he amado.


Ella habita en mi recuerdo
                                             quieta/ inmóvil
ayer y hoy
                 no mañana.

domingo, 3 de julio de 2011

Alguna vez hice este ejercicio



Por donde empezar?
Su figura no era normal. Bah, normal. Nada es “normal”. Solo que en ella era mas concreto. Más visible. Era claro. Su figura no era normal.
 Lo más llamativo era que sus curvas estaban ahí solo para romper la geometría del espacio. Para demostrar que aun todo numérico, los sentidos se inclinaban a su merced. Podría, si solo quisiera, ordenar al mundo entero desde ese lugar; y el mundo obedecería.
Sabíamos, los que siempre perdemos el tiempo inescrupulosamente observándola, que solo lo que el tiempo puede dañar puede ser “anormal”. Quizás, por justicia divina. O solo para satisfacer nuestra envidia.
Alguien se paro a mi lado y en un silencio monástico, rompió mi espacio y mi tranquilidad.
Poco a poco me sentí observado, invadido. El cuerpo me temblaba y mi equilibrio perdía solides. Me temblaban las manos y sudaban.
No puedo soportar sentirme observado. Desde niño. Nada muy preocupante, pero me hace pasar muy malos momentos. Una vez en el subte, al observar que una anciana se había empecinado en ver mis zapatos desde su asiento, tuve que levantarme, bajar de la formación y volver a tomar la siguiente. Además, sabia que no los haba lustrado. Ni siquiera frotado contra el pantalón.
Sin mover la cabeza gire los ojos hasta apretarlos contra el rabillo. Dolió. Y no llegue a ver quien era. Si era conocido podía respirar y todo habría pasado. Me metí las manos en los bolsillos muy despacio y cambie el eje de mis pies como buscando comodidad. Nada de eso, solo quería torcer el tronco para llegar al ángulo de visión.
En ese momento me di cuenta que olía. Olía a tabaco, perfume de alguna clase y a carne poco joven.
Llegue a ver su rostro que se encontraba inmóvil hacia delante, no se si se había percatado que se había parado junto a alguien. Solo observaba. Supongo que como yo fascinada.
Tenía el rostro claro, no era joven ni por mucho, pero su piel no estaba dañada con el paso del tiempo. Lo que se llama “llevar bien los años”. El pelo lo tenia recogido y prolijo y la mirada era casi pétrea, estacionada y tranquila. En las manos llevaba un volumen de algún texto que imagino interesante: El eterno castigo del color y su paso por el sendero de la luz, de Jean Louis Droumennard. Posiblemente.
Al darme cuenta que no me registraba me tranquilice. Como por arte de magia y sin darme cuenta estaba sonriendo, recuperando mi confianza y volví atención a sus curvas.
Ahora podía volver a extenderme en el espacio y mezclarme casi con ella. Alcanzarla, rozarla con mis dedos y llegar a sentirla un poco mía. Ya navegaba en aguas seguras.
Tenía el tinte broncíneo de siempre. Tenía la necesidad de decirnos a todos: gentiles, inclinen sus testas, aguarden a quien puede por encima de todo. Creo que ya mi boca había vuelto a abrirse sin previo aviso.
Lo cierto es que robaba una parte importante de mi tiempo. Se lo merecía. Todos los días hacia lo imposible por ir a verla, por acercarme en sumiso silencio. Por hablarle en el silencioso lenguaje de los que adoran.
La mujer a mi lado comenzó a moverse. Instintivamente me corrí hacia un lado y quede petrificado. Se estaba acercando para verla mejor.

martes, 3 de mayo de 2011

Dame


Vení, dame la mano.
Arrímate a los rincones de mis esperanzas,
                                                                        te las comparto.
A brazo partido, desnudo como los momentos donde estuviste presente
Desnudo como los momentos que estuviste cerca de las palabras,
mis desnudas palabras.
                                               Mis queridas palabras.
Dame la mano,
                         tus dedos.
Dame tu ensueño aparecido de repente,
                                                                  Soñado.
Dame eso que te hace cada vez más ajena,
                                                                      ajena, porque te me escurrís a pequeños saltos,
esperando verme con tu piel, olerme con tu aliento:
amarme con tu carne.
Dame cada una de tus miradas, hasta las que me lastiman y
el manantial que sale de tus pechos, de tus entrañas.
Dame un telescopio multiforme,
                                                    que arranque, aún más, mis sentidos cuando te me acercas.
Dame eso que te hace única,
                                               dame tu amor.

domingo, 10 de abril de 2011

De ahora en adelante

(Claramente este hernoso dibujo no es mio. Mis respetos a Japon en estos momentos)


De ahora en adelante,
vengo paso a paso.
                              Nada de andar con insaciables intenciones
                              ni cobardes corridas por calles en la madrugada.

De ahora en adelante,
me reconozco más marciano;
                                           o de Júpiter,
                                           lo mismo da.

Y no me mires si arranco del sauce su hoja,
no intentes recrear un pasado gris.

De ahora en adelante,
te busco en cada intento de mis dedos,
                                                          de mis llagas,
                                                          de mi alma.

                                                                               Y siempre estás.


(A mi amada compañera de mi vida.Andrea)

jueves, 31 de marzo de 2011

you don´t know me


Las horas están muertas. No pasan.
Huelen a miseria, a escondite de muertos olvidados.
El codo intenta un giro y la botella cae. Otra vez. Una vez más, la certeza de vacio absoluto: del vacío sin adornos.
Sabemos que somos y que estamos.  O no lo sabemos. Alguien en algún rincón enciende un cigarrillo. No se distingue ni el cigarrillo ni la persona. Solo la incisión del humo en el ambiente. La calle está ajena. El día, afuera, es como cualquier otro. Nada distinto. Las venas laten. La boca apesta.
Estando dormido soñé. No recuerdo que, pero desperté desesperado y lleno de mi sudor. Ya no pude dormir. Hasta que no recuerdo más.
La cadena del baño hace de campana despertador y veo movimiento sísmico. Cuerpos que se levantan que empujan en la impotencia y cuerpos empujados en la inercia.
Sé que alguien saldrá por la puerta maldiciendo. Pero no yo.
Otro día gris. Otra frustración y mis ojos doloridos. Empieza otro día y, para variar, yo sin ganas. Café, horrible, frío y aguado. Rancio de esperar.
No tengo dinero. Nada. No tengo para viajar o comer o fumar. Yo no fumo. Nunca lo hice.
Pienso posibilidades de prestamistas del chiquitaje. Trato de incorporarme y la cabeza me duele y me da vueltas. Quien pudiera vomitar y sacarse la nausea.
Obligo a mi cuerpo a desentenderse y avanzar hacia el baño. Sigo escuchando sonidos de ultratumba dentro del departamento. No sé quiénes pueden ser. No lo recuerdo. No me importa. La puerta del baño está entornada; por la luz de la bisagra veo medio cuerpo tendido abrazado al inodoro. Alguien más parado frente al azulejo se tambalea hipnóticamente. Sigo sin saber quien esta acá. Ya me está empezando a fastidiar.
-          Hola… - le digo a la puerta que se me mueve mientras no puedo quedarme parado y me sostengo de la pared.
-          Hola… - me responde la pared, la puerta, la luz del final del pasillo… alguien dentro del baño.
-          Me prestas cincuenta pesos?
-          Agarrá de mi billetera.  – me dice la voz que no conozco o no recuerdo. Parece de mujer.
Giro rodando por la pared y me dirijo al living. Busco pantalones, billeteras, camisas. No sé que busco.  Me siento en el piso. La alfombra está caliente. Mi entrepierna empieza a transpirar y me tumbo de costado. Alguien sale del baño y veo por mi rabillo pasar un par de piernas. Son de mujer. O por lo menos no le cuelga nada.

-          Tenés cincuenta pesos?
Veo que se detiene y se agacha, como puede. Se tambalea y cae a mi lado con su culo frente a mi cara. Gira sobre él y la alfombra hace un ruido extraño. Ahora veo en el otro extremo su rostro. No es linda, no es joven o ya no lo parece. Sus ojos están idos y los míos me duelen. Me cuesta fijar la vista y verla con claridad.
-          La bi  lletera te dije…
Algo no entiendo: si no sé cual es ni dónde buscarla…
Trato de levantarme y me apoyo en ella. Es flácida, grasienta. Siento su aroma a perfume mezclado con sudor, alcohol y tabaco. Se retuerce como si le doliera donde mi mano. Logro estabilizarme. Me duele todo. Las muñecas, los ojos, la cabeza no deja de latirme como si me fuera a explotar.
Llego a la cama de nuevo. Alguien está también. Cuanta gente vino a mi casa anoche? Quiénes son? Tengo que parar con esto. Al menos un poco. Me siento cansado.
Veo que ella se acerca gateando. No lo hace para seducirme. No puede levantarse. Estoy sentado en una punta de lo poco que queda disponible en mi cama. Debajo de la sabana sucia hay alguien, estoy seguro. Corro un poco la tela y alcanzo a ver un pie. No quiero saber si es de hombre o de mujer. Ahora no. Hoy no. Ya no. Ya llegó hasta mí y como puede (y puede poco y es desagradable) me sonríe. Creo que me conoce. Si solo supiera de donde.  No recuerdo nada. Se apoya entre mis piernas. Sus pechos me rozan y recién me doy cuenta que son muy grandes. Algo me duele en mi sexo. Tendría que volver a dormirme y despertarme en la arena de alguna playa. Espero que haya vodka. Se inclina de un lado al otro. Estoy seguro que cree que me está produciendo algo. Como le explico que quiero sus cincuenta pesos y que se vaya de mi casa. No sé quién es. No me importa. No me importa quién está debajo de mis sabanas sucias. Quiero despertarme en una isla blanca. Que haya cocaína.
-          Me prestas cincuenta pesos?
Levanta la cabeza como puede y trata de mirarme fijo. Fracasa y tose.
-          Veni haceme una despedida…
No entiendo de qué habla. Bah, si entiendo pero no me interesa y me da un poco de repulsa. Como explicarle que no sé quién es, que no me importa quién es. Como explicarle que todo es un gran asco. Que sólo necesito cincuenta pesos para irme de mi departamento. Que no me importa quién queda dentro y que puedan hacer. Cincuenta pesos para poder pedir más dinero. Para endeudarme hasta el infinito… y nunca pagar la deuda. Es inevitable que haga algo más allá de quedarme sentado inerte frente a ella. Necesito cincuenta pesos. Le toco la cabeza con desgano, tratando que no se note. La mía duele como mil demonios y ya me está empezando a poner de mal humor. La sensación de nauseas va y viene sin desaparecer nunca por completo. Ella intenta otra sonrisa y sigue sin conseguirlo. Solo atina a desplomarse contra mi cuerpo dejando su cabeza medio recostada entre mis piernas como si quisiera que la acaricie o algo así. Mi mano está quieta donde la deje. La veo quieta y sé que no va a moverse en lo inmediato. No me interesa hacerlo. Creo que podría llegar a tragarme un café bien negro. Creo que me sacaría de este sopor continuo y aburrido. Intenta lamerme. Me corro. Apunta sus ojos hacia mí y la miro sin mirarla. Me lame nuevamente. No tengo donde correrme. O sí pero es un esfuerzo que no estoy dispuesto a hacer. Necesito cincuenta pesos. Mi entre pierna transpira y el calor de su cabeza y sus pechos me dan más calor. Mi mano sigue inerte. En peso muerto. Alguien desde el baño hace ruidos torpes. Tengo que parar con esto. Ya me aburre y no tengo un centavo. Afuera el día sigue su curso; o lo empieza… o lo termina. No lo sé y no me importa. Necesito cincuenta pesos. Cuanto le debo a Carlos? Y si le vendo la cámara de fotos? María? Me duele el sexo y veo que ella se le acerca. Lo veo, pero casi no lo siento.
Solo me importan los cincuenta pesos e irme de ahí.

martes, 29 de marzo de 2011

Rama


Cuando la superficie es vacua,
el sendero, avaro desconocido, dormido,
                                                              a veces,
la profundidad que mira la sarna al vivo y grita
infelice!

Rama/ coro de ancianos y vómito incandescente/ Rama

Cuando el premio es desconocido
y engañoso su destino,
                                   apareces para salvarme.

martes, 22 de marzo de 2011

Labor

Demente el sol que me acompaña,
iracundo el suelo que piso y va.
La nada, el tiempo y
                                  eso que llamas.
Quién sabe, pretérito despojado de ayer. Vacío de semántica.
Lomo laborioso y dolorido,
atractivo perfecto para los chimangos.
Dulzura de la sombra bienvenida y la mano abierta en carne,
                                                                                                     duelo eterno y sin sentido.
Y su disfraz de falso dios devenido en excremento
no satisface mi dolor, no lo cura.
Hoy, como tantas veces,
                                               he muerto.