Demente el sol que me acompaña,
iracundo el suelo que piso y va.
La nada, el tiempo y
eso que llamas.
Quién sabe, pretérito despojado de ayer. Vacío de semántica.
Lomo laborioso y dolorido,
atractivo perfecto para los chimangos.
Dulzura de la sombra bienvenida y la mano abierta en carne,
duelo eterno y sin sentido.
Y su disfraz de falso dios devenido en excremento
no satisface mi dolor, no lo cura.
Hoy, como tantas veces,
he muerto.
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